Lo que no estás considerando sobre la corregulación emocional y el esfuerzo que implica “portarse bien” para los pequeños
“En el colegio se porta bien, pero en casa es explosivo”
Si eres mamá, papá o cuidador, probablemente esta frase te suene familiar. Y si es así, no estás solo: es algo que escuchamos con mucha frecuencia en la clínica, sobre todo en chicos con TDAH, ansiedad o altas sensibilidades emocionales y sensoriales.
Lo primero que debes saber es que esto no tiene nada que ver con manipulación ni con “falta de límites”. Tampoco significa que estás haciendo algo mal como papá o mamá. La explicación suele estar en algo mucho más profundo: un sistema emocional sobrecargado que, al llegar a casa —su lugar seguro—, por fin se permite liberar toda la tensión acumulada.
El gran esfuerzo de “portarse bien”
Durante las horas que pasan en el colegio, la mayoría de los niños hacen un enorme esfuerzo por cumplir con las exigencias del ambiente:
- Siguen instrucciones.
- Permancen sentados.
- Regulan impulsos y emociones.
- Socializan sin “llamar demasiado la atención”.
Todo esto requiere autorregulación constante, algo que consume muchísima energía mental y emocional. Cuando vuelven a casa, donde se sienten cómodos y seguros, el sistema nervioso hace lo mismo que una válvula de escape: libera toda la presión acumulada durante el día.
En psicología clínica, esto se conoce como “after-school restraint collapse”, o colapso después del colegio. No es un problema de límites ni de crianza, sino una respuesta natural a un entorno externo que demanda mucho más de lo que permite autorregularse.
Aquí es donde entra en juego un concepto clave: la corregulación emocional.
¿Qué es la corregulación emocional?
La corregulación emocional es la capacidad del adulto para transmitir calma, contención y seguridad al niño, ayudándole a:
- Identificar lo que siente.
- Ponerle nombre a sus emociones.
- Aprender a expresarlas de forma adecuada.
Es un paso previo al desarrollo de la autorregulación y uno de los pilares de la inteligencia emocional.
Es normal que los niños pequeños no sepan calmarse solos: necesitan que un adulto de confianza les muestre cómo hacerlo. Si como adultos reaccionamos con gritos, amenazas o frustración, el mensaje que reciben es que nadie tiene el control emocional… y eso puede intensificar sus estallidos.
¿Qué pueden hacer los padres en casa?
Aquí tienes algunas estrategias prácticas para acompañar a tus hijos durante esos momentos de explosión emocional:
- Evita sobrecargarlos con demandas apenas llegan. Ofréceles un “tiempo de descompresión”: juegos tranquilos, merienda, música suave.
- Valida sus emociones: “Tuviste un día largo” o “Se nota que estás cansado” les hace sentir comprendidos.
- Brinda acompañamiento: “¿Prefieres descansar un rato o quieres contarme qué pasó hoy?”.
- Modela la calma: los niños aprenden más por lo que ven que por lo que escuchan.
- Crea espacios seguros para hablar: escucharlos, sin juzgar, es clave.
- Busca ayuda clínica si los estallidos son muy frecuentes, intensos o afectan el bienestar familiar.
Una escena para imaginarlo mejor
Visualiza esto:
Lado izquierdo — Colegio
Un niño sentado en su escritorio, tranquilo, sereno. Hay estructura, orden y control.
Lado derecho — Casa
El mismo niño, pero ahora emocionalmente desbordado, dejando salir todo lo que contuvo durante el día.
Esta dualidad no significa que tu hijo “se porta mal” en casa: significa que contigo se siente seguro para mostrarse tal cual es.
Las explosiones emocionales en casa no son una señal de desobediencia, sino de confianza y de un sistema nervioso sobrecargado. Tu rol como adulto no es evitar que sucedan, sino acompañar, contener y enseñar a regular esas emociones. La corregulación emocional es la llave: tu calma construye la suya.
En Ceclidi te acompañamos a comprender el mundo emocional de tu hijo y a desarrollar estrategias de corregulación que fortalezcan el vínculo familiar y su bienestar.